“En Tokio, un día, me topé con unas lolitas, pero no eran unas lolitas cualesquiera, sino de esas que se visten como zorritas, con los labios pintados, carmín, rímel, tacones, minifalda...”, cuenta y sigue. No vamos a descubrir ahora al Sánchez Dragó iconoclasta, al que se le han reído tantas gracias, aunque tuvieran tan poca sensibilidad como éstas. Pero como ahora resulta que dirige en Telemadrid un programa que molesta a la izquierda, esta ha desenfundado su veta puritana.


Los sindicatos exigieron a la dirección de la cadena la destitución inmediata del presentador: “Es absolutamente inadmisible que un tipo que presume de haber mantenido relaciones sexuales con niñas de 13 años aparezca en una empresa pública de comunicación”, señalan en un comunicado. ¿Habría que exigir menos si fuera privada?

Pero, antes de pedir la cabeza de nadie, habría que recordar que la mayoría de edad sexual en España son los 13 años. Y que cuando, en la última reforma del Código Penal aprobada este año, el Partido Nacionalista Vasco propuso elevar la edad de consentimiento sexual de los 13 a los 16 años, esa misma izquierda que ahora presume de velar por las menores se opuso. A lo mejor es que le preocupan más las adolescentes japonesas que las españolas.

Si se trata de las españolas, la gran preocupación de los ahora escandalizados ha sido dar por supuesta su temprana iniciación sexual y garantizarles un sexo seguro y a sus anchas. Las “niñas” de 13 años se convierten entonces en jóvenes que ejercen sus derechos sexuales. La píldora, cuanto antes mejor. La del día siguiente, sin receta. Y, como tarifa de último recurso, el aborto sin autorización paterna y a cargo del erario público. Evidentemente, esto a quien más favorece es al adulto que se encuentra con alguna “lolita”. Es más, cabe decir que desde el estereotipo de adolescente sexy que pintan las revistas juveniles a la educación de sexo recreativo que se quiere imponer en la escuela, lo más probable es que triunfe el modelo “lolita”.

Pero si luego el escritor maldito confiesa sus aficiones habrá que reprobarlo. Algunas librerías han decidido no vender los libros de Sánchez Dragó, e incluso he visto alguna en la que hay un cartel que lo advierte. Una decisión muy respetable. Cada uno es muy libre de no vender lo que considera nocivo. Supongo que también apoyarán a las farmacias que no despachan la píldora del día siguiente. Por una vez, la objeción de conciencia no plantea problema.